Mucha gente, especialmente en periodos previos a fiestas como la Navidad, ansía perder kilos. Y pretenden hacerlo, en muchos casos, en muy poco tiempo. Muy pocos tienen en cuenta lo que puede este tipo de cambios bruscos de alimentación puede influir en nuestro organismo. Y también, por supuesto, en nuestra salud bucodental. Además de las consecuencias más evidentes, el conocido “efecto rebote”, se pierden una cantidad muy elevada de nutrientes que provocan complicaciones en nuestros dientes.
Existe una clara relación entre la salud bucodental y la alimentación que mantenemos, aunque mucha gente no sea del todo consciente. Los dientes requieren de una serie de nutrientes tanto para su producción como para mantenerse sanos y esto depende de la rutina alimenticia que mantenemos.
Así, las dietas muy severas propician, entre otras cosas, un déficit de vitaminas A y C en nuestro organismo. La escasez de ambas crea un aumento del riesgo de infecciones en nuestra boca, disminuyendo además la mayoría de las propiedades antibacterianas de la saliva. Una de las reacciones más comunes a este tipo de dietas es la aparición de úlceras en nuestra boca que provocan, aparte de dolor e irritación en la zona, malestar e indisposición general.
Este déficit nutritivo también favorece a la aparición del sangrado e inflamación de las encías. Si este problema no se trata, puede derivar en enfermedades más importantes como la gingivitis o la periodontitis, que en última instancia pueden favorecer la caída de nuestros dientes.
“Como criterio general, lo más idóneo es ponerse en manos de expertos a la hora de hacer una dieta, es decir, nutricionistas –explica Hermenegildo Fernández, director médico de Heferdent-. Y es importante que estas dietas se realicen desde unas condiciones de salud bucodental impecables de partida, sin infecciones previas y con una situación de normalidad bucodental. Así evitamos que los dientes se vean afectados durante el proceso”.
